"Y aun si mi hijo fuera hereje, yo mismo traería la leña para quemarle", Felipe II
8.1.- El Imperio de Carlos V. Conflictos internos:
Comunidades y Germanías
Carlos
I accede al poder el 4 de Noviembre de 1517, tanto él como sus herederos
intentaron que sobreviviera la unidad
Imperio-Cristiandad , pero ya durante su reinado esta idea no
fue viable al imponerse el modelo de Estados-Nación que acabaron con la unidad
medieval y con Castilla como fuerza hegemónica en Europa.
Carlos I hereda un inmenso imperio que incluye todos
los territorios de sus abuelos (Castilla, Aragón, Las Indias), de su padre (Países Bajos, El Franco Condado,
Borgoña), los territorios de los Habsburgo (Austria, Viril, Estira, Corintia,
el norte de Italia) y es elegido emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico.
Pese a ello el núcleo de su reino se constituyó entorno a Castilla, lo que
implicó que fuera visto como un rey extranjero, al que se unen dos problemas
importantes: el absentismo real por
largos períodos debido a sus ingentes compromisos internacionales y el aumento
de las contribuciones solicitadas a las Cortes para sufragar sus ingentes
gastos como rey-emperador.
Esto provocó conflictos como el de los Comuneros (1520-1521): Los comuneros contaban con
el apoyo de la Iglesia y del patriciado urbano, defendiendo los privilegios
de las ciudades, el rechazo a los cortesanos flamencos, la oposición a
una regencia presidida por Adriano de Utrecht, así como la legitimidad de doña
Juana como reina de Castilla.
En 1520 Juan de Padilla en Toledo se alza como líder
de los comuneros creando la
Junta Santa , tomando Tordesillas pero sin conseguir
que la Reina Juana
acepte la corona.
Frente a ello, Carlos y el regente reaccionan rebajando los
impuestos y firmando acuerdos con la alta nobleza castellana, derrotando a los
comuneros en Villalar (1521). Los líderes comuneros (Bravo, Padilla y
Maldonado) son ejecutados.
Y el de Las Germanías: En 1519 los gremios de
Valencia y Mallorca iniciaron una revuelta. Sus motivos fueron la presión
fiscal, la ausencia del rey y el abandono de Valencia por parte de la nobleza
durante una epidemia que asoló la ciudad, junto a la amenaza de las naves
turcas que merodeaban por las costas valencianas.
Los gremios controlaron las
principales ciudades y formaron la Junta de los Trece, pero con el apoyo de la
nueva virreina Germana de Foix, la nobleza acabó con Las Germanías.
Conviene insertar estos conflictos en la
tendencia centrifuga de la nobleza castellana que cada vez se posiciona más
como un elemento “nacional”. Esta
idea queda clara en las peticiones que se le hacían al Emperador: que no
abandonase el país, que no sacase más dinero a Castilla y que los extranjeros
no ocupasen cargos en los territorios castellanos.
8.2. La monarquía hispánica de Felipe II: La unidad ibérica
Tras la abdicación de
Carlos V en 1556, su hijo Felipe II hereda un enorme imperio formado por
Castilla y sus territorios de ultramar, Aragón y sus posesiones mediterráneas,
los Países Bajos y el Franco-Condado (Austria
y el título de Emperador del Sacro Imperio se lo deja a su hermano
Fernando).
Sigue las líneas de su
padre: defensa permanente del catolicismo y lucha por la hegemonía europea,
lo que le lleva a enfrentamientos con distintos territorios:
Francia es derrotada en la batalla de San Quintín, obligando a firmar a
Enrique II la paz de Cateau-Cambresis (1559) en la que renuncia a intervenir en
Italia.
Organización de la Liga
Santa (Papado y
Venecia) ante la amenaza turca en el Mediterráneo, derrotando a los turcos
en Lepanto (1571).
En los Países Bajos tuvo que enfrentarse con los holandeses (de mayoría
calvinista y dirigidos por Guillermo de
Orange) que contaban con el apoyo de Inglaterra y algunos príncipes alemanes.
Su dominación fue imposible y el conflicto se mantuvo hasta su independencia en
1648 durante el reinado de Felipe IV.
La guerra contra Inglaterra por el apoyo a los
holandeses, a los corsarios Drake y Hawkins que interceptaban los barcos
españoles y la ejecución de la reina católica María Estuardo, terminó con
el desastre de la
Armada Invencible (1588), evidente signo del inicio de la
decadencia hispánica en Europa.
En política interior tuvo que hacer frente a la rebelión de los
moriscos en la Alpujarras (1568) y al problema con el Justicia Mayor de
Aragón (Juan de Lanuza), que protegió
a Antonio Pérez
, primer secretario del rey acusado de intrigar contra la corona y que al
ser aragonés y estar en conflicto con el Rey pidió ayuda a Lanuza.
La unión de las coronas de España y Portugal fue el mayor éxito
político y diplomático de Felipe II y estuvo determinado por el azar y la política
matrimonial practicada por los Reyes Católicos.
Tras la muerte sin
descendencia del rey portugués Sebastián de Avís (1578), Felipe II
reivindica sus legítimos derechos al trono ante el nuevo rey, el anciano
cardenal D. Enrique, frente al otro aspirante, D. Antonio, prior de Crato.
Felipe II, para apoyar su petición, envía entonces un ejército encabezado
por el duque de Alba que derrotó al prior de Crato.
Tras la muerte del cardenal
D. Enrique, Felipe II llegó a un acuerdo con la nobleza portuguesa en las
Cortes de Tomar (1581) por el cual es reconocido rey a cambio de jurar las
leyes de Portugal y establecer en su ausencia un virreinato o regencia en
la figura de un portugués.
Portugal estuvo unido a
España hasta su definitiva independencia en 1640 (Felipe IV), siendo
este periodo el de mayor extensión de territorios de ultramar, al unir a las
españolas, las posesiones portuguesas.
8.3 El modelo político de los Austrias. La Unión de reinos.
Los Habsburgo o Austrias
continuaron y desarrollaron la organización
política heredada de los Reyes Católicos. Procuraron rodearse de funcionarios expertos en leyes que no pertenecían
a la alta nobleza. De esta manera, apartaron
a la aristocracia del poder de la Corte, permitiendo que el poder político
quedara centralizado en sus manos, pero siempre respetaron las instituciones y
fueros tradicionales de sus reinos, aunque surgieran conflictos.
La alta nobleza siguió jugando
un papel muy importante, detentaba los
altos cargos del ejército, de la
marina y de la diplomacia, pero siempre subordinada a la corona.
Castilla se convirtió en el centro del Imperio. Esto ocurrió en mayor medida con Felipe II que con su padre, Carlos
V. En los demás reinos y posesiones se establecieron Virreyes (Aragón, Indias,
Italia) o Gobernadores (Países Bajos, Milán). Estos cargos fueron ejercidos por
altos nobles o miembros de la familia real.
El Rey estaba asesorado por
los Consejos. Estos podían ser sectoriales (Hacienda, Estado,
Guerra…) o territoriales (Castilla, Aragón,
Indias, Italia…). Estaban formados por letrados, nobles y alto clero
y tenían un carácter meramente
consultivo. El Rey tenía la última palabra.
Pese
a todo Carlos V, tuvo un concepto patrimonial de sus reinos y nunca los
consideró una unidad, de hecho juró las Cortes de sus respectivos reinos
entendiendo con ello que respetaba sus derechos. Este concepto patrimonial del
Imperio condujo, por un lado a la congelación de los sistemas constitucionales
de los territorios y sobre todo evitó que estos se asociaran económica y
políticamente lo que hubiera contribuido a crear un sentimiento de
participación en una empresa común que nunca existió y que explica los
conflictos internos que luego se sucederían.
Carlos
I vivió volcado en la política imperial y el gobierno efectivo recayó en
Francisco de Cobos que los detento durante 20 años, con una situación interna
relativamente tranquila debido al carácter estático del imperialismo de Carlos
V y al agotamiento de la nación debida a las constantes guerras.
Carlos V y Felipe II
despacharon los asuntos cotidianamente con consejeros de su máxima confianza, los Secretarios, que hacían de
intermediarios entre el rey y los Consejos. Algunos, como Antonio Pérez con Felipe II, alcanzaron una gran
influencia.
La administración
territorial mantuvo la estructura heredada de los Reyes Católicos. Los Corregidores, designados por la Corona, tenían el control de
las ciudades. Otros cargos de la burocracia eran los Contadores y recaudadores de impuestos, y los Alguaciles que hacían
funciones de policía. Las
Chancillerías y las Audiencias se encargaron de la administración de justicia.
En cuanto a las claves del reinado de Felipe II y a su
concepción de la monarquía, estas podrían resumirse en una profunda burocratización de la
administración (se impone la administración escrita), un profundo proceso de
centralización que comienza con la declaración de la Villa de Madrid como la
capital de la monarquía en 1561, esto supone el paso de un imperio europeo
de base flamenca a otro de base castellana y con una clara vocación atlántica
que nace en bancarrota (se dieron 3
a lo largo de su reinado) y con graves problemas
interiores y exteriores de herejía. Se consolida este proceso de
centralización con la creación del
Consejo de Hacienda (1522-24), el Consejo de Indias, El Consejo de Italia que
quita competencias a Aragón y consolidándose el Consejo de Castilla como el
órgano principal de gobierno de la monarquía. El sistema esencialmente consistía en una
acción real con asesoramiento de los Consejos.
Pese a la capitalidad de Madrid en Castilla, mantuvo el concepto
patrimonial heredado de su padre. De hecho en el conflicto suscitado con Aragón
por su secretario, Felipe II se reservó el derecho de nombrar al Justicia Mayor
pero reconoció y juró sus fueros.
Felipe II intento canalizar las rivalidades aristocráticas que fueron
muchas (Princesa de Eboli y su secretario Antonio Pérez contra el
bando del Duque de Alba por ejemplo) organizándolos en partidos en base a
parentesco y clientela en el Consejo de Estado, donde todos podían dar sus
puntos de vista pero manteniéndoles alejados del poder cotidiano.
8.4- Economía y sociedad en la España del siglo XVI
La agricultura castellana se vio relegada durante mucho tiempo por los
intereses laneros ahora se le reclamaba trigo para hacer frente al mercado
interior y americano, pero está claro que muchos años de abandono y desidia en
cuanto a los avances en su mejora hicieron que no pudiera responder. La falta
de elementos técnicos y la pertinaz sequía hacía imposible aumentar la producción. Para
conseguir este objetivo se recurrió a roturar nuevas tierras con la idea: nuevos arriendos, nuevas rentas pero
sin mejorar la productividad, el problema endémico continua.
La industria textil tampoco funcionó como hubiera sido deseable ya que los precios también
aumentaron al necesitar mano de obra externa a los círculos urbanos, a ello
debemos unir la competencia extranjera en precios y calidad que llevaron a la
crisis de la industria.
El Nuevo Mundo en teoría
suponía una gran beneficio para Castilla: potencialidad de un gran mercado y
suministrados de artículos escasos en la metrópoli (oro y plata), pero el
impacto fue negativo: el incremento de
la demanda sobre una economía subdesarrollada hizo que esta demanda no se
pudiera cubrir con una estructura agraria primitiva y con escasez de mano
de obra lo que hizo que muchos sectores limitaran su efectividad económica. En lugar de aumentar la producción
aumentaron los precios y el castellano medio perdió su nivel de vida no
pudiendo siquiera subsistir. Al tener que liberar las importaciones, el
problema se agravó por la competencia de productos extranjeros que ocuparon el
mercado interior y el americano. La
sociedad se dualizó aún más ya que los únicos beneficiarios de este proceso
fueron los terratenientes asentistas que vieron aumentar sus rentas pero sin
mejorar la economía general que drenó toda su liquidez hacia Europa, donde sí se desarrolló una economía precapitalista que aquí no existió por razones
también ideológicas.
El fracaso económico de
Castilla, está íntimamente vinculada a la mala gestión del Nuevo Mundo y tiene
cuatro causas fundamentales: No se explotaron sistemáticamente los recursos
americanos, sólo los mineros; No se desarrolló en América una economía
complementaria de las castellana; No se resolvió el problema de los navíos,
imprescindible para asegurar un verdadero monopolio del comercio con América;
No se encontró un procedimiento adecuado para utilizar el flujo de plata a
favor de la economía castellana.
En cuanto a la economía
financiera Carlos V hipotecó los recursos presentes y futuros de España con
banqueros italianos (Fugger, Welter). Esta situación fue sancionada con las 3
bancarrotas que sufrió Felipe II y que rompieron definitivamente la economía
española por mucho tiempo. Con Felipe II además Países Bajos e Italia dejaron
de aportar a la Corona y esto hizo que todo el peso recayera en Castilla y
también en Aragón aunque en mucha menor medida. Esta situación se explica a
partir de tres ideas fundamentales:
Se estableció un dominio por parte de banqueros extranjeros sobre las
fuentes de riqueza españolas. Se estableció que Castilla llevaría el peso de la
carga tributaria de España, no existió unidad económica. Las clases castellanas
sobre las que recayó casi todo el peso fiscal eran las menos apropiadas para
soportarlo, por su deficiente estructura productiva.
En el plano estrictamente social estamos ante una sociedad rígida y estamental que
vive de un orgullo mal entendido cuyo ejemplo más paradigmático son los fijo
d’algo y los procesos de pureza de sangre. La estructura de propiedad
feudal se mantiene ocupando nobleza y clero el 75% del terrazgo siendo solo el 25% propiedad de
Concejos y Ayuntamientos. El cuadro social podría establecerse: Una aristocracia inmovilista y absentista
que no paga impuesto, un clero feudal con exenciones fiscales, una burguesía
esencialmente comercial muy focalizada en la costa cantábrica y levante que es
esencialmente asentista y no emprendedora. Un pueblo en la miseria que se dedica al vagabundeo y al
bandolerismo que también ilustró la novela picaresca. Se consolidan
instituciones sociales muy perniciosas para la evolución social como unos
gremios muy cerrados y con una estructura feudal que impidieron la evolución de
las técnicas de producción e imposibilitaron la inversión productiva. El mayorazgo también resultó letal al
llevar a gran número de segundones al clero lo que dispara sus miembros y hace
de esta institución un elemento parasitario de la sociedad que se intentó reformar con el cobro de los excusados pero no se consiguió plenamente en este
período.
8.5 Cultura y mentalidades. La Inquisición
Toda esta realidad social y
económica puede permitirnos hablar de que la necesidad agudiza el ingenio y el
siglo XVI, será nuestro siglo de oro pese al analfabetismo mayoritario de la población. La Novela Picaresca, El Quijote son dos buenos ejemplos de esta eclosión cultural. Pero
también la crítica política en
Fuenteovejuna (el mejor alcalde el Rey) o en el Alcalde de Zalamea o
Peribañez el Comendador de Ocaña, donde se critica la sociedad estamental y
señorial. El desarrollo de la imprenta fue clave en este proceso. El Teatro
jugó un papel clave con figuras como Lope, Calderón, Tirso de Molina que
supieron encauzar la cultura popular en los escenarios de las plazas públicas
compitiendo con los autos de fe. La
Contrarreforma y la defensa de los principios católicos dejaron cumbres de
la poesía y del misticismo como Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Garcilaso, o
la épica de Ercilla. La crítica socio-económica de autores como Quevedo o las
grandes disputas intelectuales como las protagonizadas por Góngora y el propio
Quevedo nos habla de una auténtica revolución cultural en medio de la peor de
las condiciones económicas. El avance en la ciencias sociales y el derecho son
muy importantes con figuras como Francisco de Vitoria, Suárez (Derecho
Internacional), economía con figuras como (Azpilicueta o Mercado) y grandes
lingüistas como Lebrija o precursores de la educación y la docencia como Luis Vives.
En las artes destacan
grandes obras arquitectónicas como el Escorial, El palacio de Carlos V en la Alhambra. Los
grandes pintores venecianos Tiziano, Tintoretto, El Verones, el Greco y toda la
pintura contra reformista como Martínez Montañés, Pedro de Mesa, Alonso Cano.
España se convierte en el
gran defensor de las ideas Contra-reformistas, donde la Inquisición jugará un
papel esencial al intentar poner coto a la llegada de las ideas erasmistas y
protestantes a nuestro país. Las ideas humanistas y antropocéntricas que se
imponían en Europa fueron perseguidas en la Península de forma feroz. Los
procesos de pureza de sangre se utilizaron como mecanismo de control ideológico
para intentar frenar la difusión de ideas contrarias a la concepción monolítica
de una idea de Cristiandad que ya no era operativa. Los grandes teólogos
españoles como Francisco Suárez, Melchor Cano, fueron los artífices del pensamiento
de la
Contrarreforma. En general, la filosofía resultó una
prolongación de la Escolástica medieval, pero con algunas innovaciones
fundamentales como la Mística, la Hagiografía (Leyenda Dorada de Santiago de la
Vorágine) y el trabajo en la Paleografía y Diplomática (Petrarca vs Mabillon) a
fin de poner las bases de la veracidad y comprensión de los textos históricos
que justificaban un determinado planteamiento ideológico.
JV
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