Siempre vinculamos arte con belleza, pero no siempre este axioma es cierto. Muchas obras de arte son magníficas muestras de que la fealdad puede convertirse en una bella obra de arte. La Magdalena penitente de Donatello es un ejemplo único de esta realidad.
Vinculamos siempre a este universal artista con obras como las recogidas en estos paneles de la Cantoria, donde dulces y sutiles figuras pueblan escenas cargadas de inocencia y belleza.
Pero la carga emotiva, en su crudo realismo de esta Magdalena penitente, es para mi un referente de que el concepto de arte es muy subjetivo y en muchas ocasiones tiene que ver con tus sensaciones hacia la obra que admiras. Es en definitiva el espectador el que da el último sentido a la obra al sentirla y percibirla según sus criterios de belleza o percepción de lo artístico.
Esta talla de madera polícromada fue siempre para mi objeto de deseo, durante años he soñado con verla en directo y este año por fin he tenido el honor de tenerla ante mi: mis expectativas se han cumplido. Es una obra llena de fuerza y tensión que relata como ninguna otra esa doble lectura que se puede hacer sobre esta mujer y su papel en la historia de una de las religiones más extendidas del mundo.
Su tensión puede marcar la controversia vivida por este personaje, siempre conflictivo, en su dimensión y función dentro del devenir de una moral que ha tenido lecturas diametralmente opuestas en cuanto a su papel.
El profeta ABAKUK, es otra muestra de esa phatos que aparece en algunas obras y que nos muestra la fealdad como un activo artístico. Visto en directo, no termino de entender su mote lo zuccone (cabezota), ya que precisamente este personaje tiene todo menos mucha cabeza.
En fin que son muchos los tesoros que guarda la Opera del Duomo, pero debo reconocer que estas dos obras junto con la Piedad de Miguel Ángel (de la que hablaremos), fueron mi aliciente principal para conocer este magnífico museo.
Fotos JV y EugeniaJV
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