Este podría ser el título de uno de los contenidos fundamentales de los temas que hemos valorado este año. Hoy es un día histórico que cierra un proceso de construcción de nuestro Estado democrático y que culmina una evolución política, social y económica que comenzó tras la muerte del Dictador.
Es indudable la contribución de Juan Carlos I a la consolidación democrática, pero también es necesario comprender que el modelo de transición hacia esa democracia fue de continuidad con la herencia recibida del franquismo y que esa democratización del país ha implicado muchas renuncias y lo que es peor el olvido, cuando no la ocultación de hechos que deberían haber sido reparados en estos treinta y nueve años de reinado.
En consecuencia, es imprescindible abrir un nuevo período histórico que pasa indefectiblemente por una reforma constitucional que recoja las necesidades de este nuevo tiempo y repare de forma definitiva las heridas territoriales, políticas y sociales que no han sido solucionadas con nuestra actual Carta Magna.
La Constitución, al igual que el monarca, han cumplido una misión histórica pero no han podido solucionar los retos de una sociedad que recientemente ha demandado cambios profundos que terminen con las grandes brechas del sistema (corrupción generalizada, falta de reparación de la memoria histórica, impunidad, dualidad judicial que pone en cuestión la igualdad ante la ley, el problema territorial y de adecuación de un estado realmente federal que responda a la diversidad de nuestro país, quiebra socio económica que ha implantado una dualidad insostenible, reforma de nuestro modelo productivo, sistema electoral caduco e inoperativo y un largo etcétera).
Es por ello, que resulta un momento oportuno para abrir debates y refundar desde la madurez democrática un nuevo tiempo para nuestro país, donde es imprescindible contar con la opinión del pueblo soberano que debe decidir hacía donde queremos ir y con quien queremos ir.
Podríamos leer la abdicación como la necesidad de un cambio en profundidad del modelo de Estado, dejando el camino a las nuevas necesidades del país, el propio monarca ha hablado de un nuevo tiempo y es por ello que los monárquicos deberían abordar el mensaje y abrir el debate.
Sin duda, estamos viviendo un año histórico con profundos cambios en nuestras estructuras sociales, políticas, económicas e institucionales. Demos una oportunidad a la esperanza y la posibilidad de que el pueblo, definitivamente mayor de edad, decida.
Si nos aferramos al inmovilismo y no somos capaces de comprender que estamos ante un cambio histórico de modelo, habremos perdido una oportunidad de transformación que nuestro país necesita para poder avanzar.
Es por ello, que resulta un momento oportuno para abrir debates y refundar desde la madurez democrática un nuevo tiempo para nuestro país, donde es imprescindible contar con la opinión del pueblo soberano que debe decidir hacía donde queremos ir y con quien queremos ir.
Podríamos leer la abdicación como la necesidad de un cambio en profundidad del modelo de Estado, dejando el camino a las nuevas necesidades del país, el propio monarca ha hablado de un nuevo tiempo y es por ello que los monárquicos deberían abordar el mensaje y abrir el debate.
Sin duda, estamos viviendo un año histórico con profundos cambios en nuestras estructuras sociales, políticas, económicas e institucionales. Demos una oportunidad a la esperanza y la posibilidad de que el pueblo, definitivamente mayor de edad, decida.
Si nos aferramos al inmovilismo y no somos capaces de comprender que estamos ante un cambio histórico de modelo, habremos perdido una oportunidad de transformación que nuestro país necesita para poder avanzar.
JV
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