2.1.- EL
PROCESO DE HOMINIZACIÓN EN LA PENÍNSULA
IBÉRICA: NUEVOS HALLAZGOS
Durante el Paleolítico (2 millones de años – 8.000 a C.) tuvo lugar la
consecución de formas anatómicas y de capacidades intelectuales (éstas podrían
resumirse en el aumento de la masa craneal, una mejor desarrollo del feto y la
adquisición de elementos comunicativos y de elaboración de útiles que permitieron cambiar
su existencia vital) por cierto grupo de
homínidos, cuyos restos, especialmente los encontrados en Atapuerca nos permite
afirmar que el primer poblamiento humano en la Península Ibérica data de hace
1.200.000 años. En el los primeros seres del género Homo llegaron a Europa desde África (aunque
otras tesis defienden una llegada desde Asía) durante el período geológico que
se caracterizó por la sucesión de cuatro glaciaciones.
Dentro del Paleolítico, los hombres son recolectores y cazadores, simples
parásitos o depredadores que toman lo que la naturaleza ofrece, viven de la
caza, la pesca, el marisqueo, la recolección y la carroña, fabrican utensilios
de piedra (industria lítica) mediante percusión o presión. Este período se
puede dividir en tres grandes períodos que reflejan este proceso evolutivo:
Paleolítico
inferior: (1.200.000 años – 250.000 a C.).
Vive al aire libre, es nómada, caza pequeños animales. Destacan los yacimientos
de Atapuerca (Burgos) con restos de 1.200.000 años de antigüedad -Homo
Antecessor- (antepasado tanto de los Neandertales como de los Homo Sapiens),
encontrados en 1994, en el nivel 6 de la Gran Dolina (se encontraron 80 fósiles,
con indicios de la práctica de canibalismo). También en Atapuerca en la Sima de
los Huesos se han encontrado restos del homo Heidelbergensis, considerado
antepasado del homo Neanderthalensis, con una edad de unos 230.000 años
asociado a la cultura de bifaces achelenses.
Paleolítico
medio: (250.000 – 35.000 a.C.) Aparece el
Homo Neanderthalensis, Clima frío, el
hombre se refugia en cuevas. Restos encontrados: raederas, buriles etc.
asociados a la cultura Musteriense con restos de Neandertales encontrados en
Bañolas y Morín y los cráneos completos encontrados en la cantera Forbes y
Devil´s Tower (Gibraltar).
Paleolítico
superior: (35.000 – 8.000 a.C.).
Hombre de Cro-Magnon (hombre moderno: homo sapiens-sapiens, quien por tanto completa el proceso de
hominización). Los restos más conocidos son los de la cueva del Parpalló
(Valencia) y los de la cueva de El Castillo (Puente Viesgo, Cantabria), elabora
objetos en hueso y asta (agujas de coser, arpones. Industria lítica más
desarrollada: puntas de flecha de sílex, etc. Aparece el arte rupestre (escuela
franco-cantábrica), destacando las pinturas de las cuevas de Altamira, Tito
Bustillo, etc., perteneciente a la cultura Magdaleniense.
Imágenes tomadas de http://www.antiidolo.com/Ar-Ciencia/160.Evolucion-del-hombre.asp#.UcNqZvlM9qU
2.2.-LOS PUEBLOS PRERROMANOS.
LAS COLONIZACIONES HISTÓRICAS: FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES
En el primer milenio a C. La Península Ibérica se convierte en un
crisol de pueblos muy diversos que son el resultado de una serie de influencias
culturales que se entrecruzan hasta la llegada de los romanos. Estas corrientes
culturales que nos llegan se relacionan en primer lugar con los pueblos indoeuropeos (s. IX y s. VI
a.C.) cuyo legado más importante son los
llamados Campos de Urnas que se desarrollan a lo largo de la zona catalano-levantina.
Estos grupos también se relacionan con la llamada cultura del Vaso Campaniforme
que en ocasiones ha llevado a mezclar esta influencia con la céltica Estos
pueblos entran por los Pirineos y se asientan en el centro-oeste y noroeste peninsular;
la influencia céltica nos llega
desde la Bretaña francesa y está íntimamente relacionada con la cultura de los
Castros. En el área meridional y levantina de la Península lo hacen pueblos procedentes del Mediterráneo
oriental (fenicios, griegos y cartagineses) que llegan atraídos por la
riqueza minera peninsular. Éstos influyeron sobre los pueblos indígenas
existentes en la zona, creando el complejo cultural íbero y Tartessos.
Los
pueblos que se consolidan en el tapiz peninsular son:
Tartessos: Situados
en el valle del Guadalquivir, alcanzan su esplendor en el siglo VII a.C. Tenían
un sistema político muy desarrollado (rey Argantonio). Su principal actividad
económica era la agricultura, ganadería y minería. Sus ritos, objetos y
tecnologías denotan clara influencia oriental: utilizan el torno para fabricar
cerámica de manera más rápida, aprenden cómo producir hierro y púrpura, mejoran
la construcción de viviendas, adoptan prácticas funerarias orientales, los
dioses fenicios se popularizaron Los restos más importantes son los tesoros de La Joya (Huelva) y el Carambolo (Sevilla) y destaca el
yacimiento de la Aliseda (Cáceres). Su desaparición coincide con la llegada de
los cartaginenses en el 500 a.C.
Cultura ibérica se extiende sobre los pueblos
prerromanos del Valle del Guadalquivir, este de la Península, valle medio del
Ebro e islas Baleares. Iberia era la palabra con que los griegos llamaban a la
Península, e iberos a sus habitantes, pero los romanos redujeron estas palabras
sólo para las zonas del este y sur peninsular, donde habitaban pueblos a los
que consideraban más civilizados y pacíficos. Los pueblos de cultura ibéra
tienen una economía agrícola. Son sociedades muy jerarquizadas, con un notable
desarrollo urbano. Tienen una fuerte influencia griega y de otras culturas
mediterráneas. Su lengua y alfabeto no es de origen indoeuropeo. Rinden culto a
sus dioses en santuarios, donde se ha localizado numerosas estatuillas de
piedra o bronce, (ofrendas o exvotos), incineran a sus muertos, aprecian los valores
guerreros y heroicos. Santuarios como el del Cerro de los Santos (Albacete),
esculturas como “La Dama de Elche”, La “Dama de Baza”, la “Bicha de Balazote”,
junto con la abundante cerámica, son manifestaciones de esta cultura.
Cultura
céltica y precéltica.
En el resto de la península se asentaron poblaciones de orígenes indoeuropeo,
procedentes del centro y norte de Europa, que conocían y dominaban la
metalurgia del hierro. Viven fundamentalmente de la ganadería. Habitan en
asentamiento fortificados (castros como el de Santa Tecla). Se extiende esta
cultura celta y precelta por el noroeste de la Meseta y montañas del norte
peninsular (vacceos, vetones, lusitanos, galaicos, astures, cántabros,
vascones). Ofrecen resistencia a la ocupación y dominación de sus tierras por
Roma. Los castros y las esculturas de animales (verracos, Toros de Guisando que
son culturas esquemáticas de carácter protector) son las manifestaciones más
significativas de la cultura celta.
Los pueblos asentados en la franja oriental de
la Submeseta norte: Arévacos (Valle
del Duero, Soria y Palencia), Vetones (Ávila,
Badajoz) tienen una mezcla de la cultura ibera y celta, denominándose a esta
mezcla Cultura celtíbera. Mercenarios muy cotizados por su devoción al jefe,
sentido del honor, de la hospitalidad y valentía en el combate. Salvajes y
bárbaros, según los romanos, practican el bandolerismo sobre las tierras más
ricas del sur o del este. Ofrecen dura residencia a la ocupación romana de sus
territorios, la ciudad de Numancia (Soria) es uno de sus poblaciones más
significativas.
Las colonizaciones históricas del
primer milenio a.C.: Fenicios, griegos y cartagineses.
a)
Los primeros en asentarse en el litoral peninsular fueron los fenicios:(Siglos
IX al VII a.C.). Fundan
Gades o Gadir (Cádiz), Malaca (Málaga) y Sexi (Almuñécar). Les interesa obtener
metales y a cambio introducen manufacturas de lujo, productos exóticos y
técnicas de interés para los indígenas. Su influencia se deja sentir sobre
todos en el bajo Guadalquivir. Aquí ya
existe una cultura indígena importante, la cultura de Tartessos, que en
contacto con los fenicios adquiere un alto nivel de desarrollo.
b)
Aportación de los griegos: (Siglos VII y VI a.C.) Hacia el siglo VII a. C.
comerciantes griegos fundan las colonias de Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas)
en la costa noreste peninsular. Ampurias
se convierte en el núcleo de expansión comercial de los griegos en Levante. Los
griegos introducen junto con los fenicios el cultivo de la vid y el olivo y
acuñan las primeras monedas.
c)
A partir del siglo VI a. C., se produce el ascenso de Cartago (ciudad
norteafricana de origen fenicio) como potencia hegemónica en el Mediterráneo,
primero en lo económico y después en lo militar. Los cartagineses o “púnicos”,
se enfrentan a los griegos, a lo pueblos nativos que se rebelan contra sus
proyecto de dominación, y por último a Roma que pretende igualmente el dominio
mediterráneo. Las ciudades fenicias se convierten en amigas, aliadas o
asociadas de Cartago. Fundan algunas colonias nuevas en el sureste peninsular e
Ibiza, y la más importante de todas, Cartago Nova (actual Cartagena). Además
del interés por los metales, exportan salazones de pescado y garum o garo. Los
generales cartagineses de la familia Barca (Almircar, Asdrúbal, Aníbal) usan la
Península y las islas Baleares como plataforma económica y militar para luchar
contra Roma durante la segunda guerra púnica (218 a d. c). Roma atacará a los
cartagineses desde las colonias griegas. La derrota final de Aníbal supone el final
del predomino cartaginés y el inicio de la ocupación romana de la Península,
que se prolongará a lo largo de siete siglos.
2.3.-CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN: LA PERVIVENCIA DEL LEGADO CULTURAL ROMANO EN LA CULTURA HISPÁNICA (S III a.C. al S VI d. C).
Las etapas de la conquista de
Hispania por Roma:
a)
Roma suplanta a Cartago. Derrota de cartagineses e iberos (218-205 a.C.) El
objetivo principal de los romanos cuando llegan a la Península en el año 218
a.C. es vencer a los cartagineses, empezando por cortar sus bases de
aprovisionamiento de hombres y recursos. El
Senado
romano envía tropas a Hispania (nombre con el que Roma denomina a la Península)
dirigidas por generales del clan de los Escipiones, patricios romanos
partidarios de la lucha contra Cartago. Tarraco (Tarragona) será su base de
operaciones. Tras años de dura lucha, con avances y retrocesos, Publio Cornelio
Escipión consigue ocupar Cartago Nova (209 a. C) y atraer hacia la causa romana
a influyentes caudillos íberos como Indíbil y Mandonio. La derrota definitiva
del general cartaginés, Aníbal, en el norte de África (batalla de Zama), da fin
a la II Guerra púnica. A partir de este momento la presencia militar romana en
la Península Ibérica, hasta ahora temporal, se convierte en permanente. Tras sofocar
una rebelión de tribus iberas dirigidas por sus antiguos aliados, Indíbil y
Mandonio, las zonas más ricas y evolucionadas de la península (este y sur)
pasan a estar bajo el dominio de Roma. Todo este territorio queda dividido en
dos provincias: la ulterior (la más alejada de Roma) comprende las tierras
bañadas por el río Betis (Guadalquivir), la citerior (la más cercana a Roma)
comprende la costa este y las Islas
Baleares. Roma busca recaudar tributos entre las poblaciones íberas y explotar
sus recursos (minerales, víveres, plata, tropas auxiliares). Las rebeliones de
las poblaciones íberas contra Roma eran bastante frecuentes.
b)
El sometimiento del interior. La meseta. (205-133 a. C.) Los pueblos del
interior peninsular, celtas o celtíberos, siguen practicando actos de bandidaje
contra las poblaciones ricas de las regiones costeras del este y sur peninsular
ocupadas por Roma. Para impedirlo los romanos realizan continuas campañas
militares, aunque mal organizadas, contra estos pueblos del interior de la
meseta, de donde pretender también obtener oro, plata y esclavos. Los dos
episodios más importantes de este proceso de dominación del interior peninsular
son las guerras lusitanas (155-136 a. C.) y las guerras celtibéricas (153-133
a. C.), que coinciden en el tiempo pero no forman parte de ningún plan común de
resistencia indígena. Durante años los romanos no consiguen derrotar a los
lusitanos, dirigidos por su caudillo Viriato, buen conocedor de las tácticas
militares romanas, y experto en la guerra de guerrillas, sólo la traición de
sus propios compañeros, sobornados por Roma acaba con su vida y pone fin a la
resistencia lusitana. La lucha de los celtíberos frente a Roma es aún más dura,
la hostilidad de los indígenas y la incapacidad de los militares romanos, hace
imposible la toma de ciudades bien fortificadas como Numancia (Soria). La toma
definitiva de Numancia se produce tras una larga campaña de asedio y ocupación,
dirigida por el general romano Escisión Emiliano, la ciudad capitula por
hambre, aunque muchos de sus defensores se suicidan antes que entregarse. Tras
estas guerras de resistencia, la mayor parte de la Hispania peninsular pasa a
manos romanas.
c)
El sometimiento de las montañas del norte (29-19 a. C.) Las guerra civiles que
estallan en Roma en el siglo I a.C. terminan con el triunfo de Octavio, hijo
adoptivo de Julio Cesar, que a partir del 31 a. C queda como único soberano del
Imperio, recibiendo el sobrenombre de Augusto. La República romana desaparece,
y da paso al Imperio, donde el poder se concentra en unas solas manos, las del
emperador. Augusto completa la conquista romana de Hispania, con una campaña
contra los galaicos, astures y cántabros del norte peninsular, que él mismo
inicia y concluye el general Agripa, los cántabros son los que más se resisten
a la dominación romana de sus territorios. En el año 19 a.C. la Conquista de
Hispania ha concluido.
La romanización de la Península
Ibérica:
Proceso
histórico por el cual la población indígena
asimila los modos de vida romanos en diversas facetas: administración
territorial, la urbanización y obras públicas, estructuras económicas y
sociales, el derecho, la cultura, la religión. Este proceso de integración
cultural de los indígenas no es igual en el tiempo ni en el espacio, es más
intenso a partir del S I a. C, y en el litoral mediterráneo, tanto en el este
como en el sur e islas Baleare y menos intento en el interior en el norte y
noroeste.
a)
La Administración romana de Hispania:
Roma divide el territorio en provincias. A lo largo de los siglos esta división
provincial sufre cambios, diferenciándose tres etapas. Durante la
República
(desde 197 a. C. hasta el siglo I a. C.) el territorio se divide en dos
provincias citerior
y
ulterior, gobernadas por un pretor con mando militar, es un tiempo de conquista
y se busca combatir y derrotar a los enemigos. Durante el Alto Imperio (siglos
I-III d. C.) se mantiene la división hecha por Octavio Augusto de 3 provincias
(Tarraconense (Tarraco), Lusitania (Emerita Augusta) y Bética (Córduba); el
número de tropas disminuye. En el Bajo Imperio (siglos III-V d. C.) Hispania se
convierte en una diócesis que abarca siete provincias, Bética y Lusitania
permanecen como antes y la Tarraconense se divide en Tarraconense, Gallaecia
con capital en Brácara Augusta, Cartaginense (cap en Cartago Nova = Cartagena),
a estas cinco peninsulares, se suman otras dos, Baleares (Palma) y Mauritania
Tingitana (Tingis= Tanger), los gobernadores de estas provincias no tienen
mando militar, actúan de jueces y recaudadores
.
b)
Las ciudades y sus tipos. Las obras públicas: La ciudad es la unidad administrativa básica del
mundo romano y el principal instrumento de romanización para los territorios
conquistados.
Una
parte de las ciudades romanas son de nueva creación, las colonias, donde se
asientan ciudadanos procedentes de Roma o de Italia y soldados veteranos
licenciados para que sirvan de modelo al resto de habitantes del entorno. Otra
parte son ciudades indígenas ya existentes que pasan a ser municipios, con un
régimen jurídico similar al romano, son ciudades que han colaborado con Roma
durante la conquista, o donde residen inmigrantes romanos. El resto de las
ciudades indígenas pagan un estipendio o impuesto a Roma a cambio de respetar
su administración propia (ciudades estipendiarías), pero incluso en estas se
van adoptando las costumbres romanas.
Las
nuevas ciudades siguen el modelo de Roma, en su gobierno interno y en su
estructura. En la ordenación de una ciudad se combina lo funcional con lo
monumental, su plano es una cuadrícula con dos grandes ejes, centrales, el
cardo o eje norte –sur y el decumanus o eje este oeste, el espacio en que se
cruzan los dos ejes urbanos es el lugar del foro o centro urbano, donde se
sitúan sus edificios públicos más representativos (basílica, curia, tabularium
o archivo, templos y tiendas), cerca del foro están las termas y en la zona
exterior están las necrópolis y edificios para el ocio (teatros, anfiteatros y
circos), la ciudad se rodea de una muralla,. En los accesos a las ciudades se
levantan monumentos conmemorativos como los arcos de triunfo, disponen de
infraestructuras de comunicación (puentes, calzadas, puertos y faros) y
sanitarias (red de cloacas, acueductos y cisternas).
Las ciudades están comunicadas entre sí por una red de
vías o calzadas, diseñada fundamentalmente por el emperador Octavio y
completada por otros emperadores. Las calzadas sirven en primer lugar para
facilitar el desplazamiento de las legiones, pero además contribuyen a
dinamizar la vida económica y a unificar el Imperio. Las principales calzadas
romanas de la P. Ibérica tienen un trazado periférico en torno a la Meseta, la
Vía Augusta recorre el litoral mediterráneo,
la Vía de la Plata asciende desde el Guadalquivir hacia las zonas mineras del
norte, la Vía del Norte comunica Braga con Astúrica y con Tarraco. Estas
calzadas se mantienen en uso a lo largo de siglos posteriores.
c)
Las estructuras económicas y sociales:
El sistema productivo del mundo romano se basa en la utilización de los
esclavos como fuerza de trabajo. Los romanos intensifican y amplían la
explotación de los recursos, especialmente los metales. Explotan intensamente
las minas de plata, oro, plomo, hierro, cobre, estaño y mercurio. A partir del
siglo I, el oro se obtiene en la minas del Noroeste (Las Médulas). Aumentan la
producción y exportación de vino, aceite de oliva y trigo. Se exportan también
salazones y garum, se intensifica la explotación de salinas y la fabricación
cerámica A partir del S I se van generalizando un tipo de explotaciones
agrarias de grandes dimensiones o latifundios, conocidas como villas romanas,
constan de una zona edificada y alrededor los campos de cultivos, entre sus
edificios se diferencia, una parte lujosa (zona urbana) donde reside el
propietario y su familia y otra parte más humilde para los esclavos y
trabajadores (zona rústica), además de las instalaciones para almacén y
transformación de los productos agrícolas y ganaderos. En torno a todo este
núcleo edificado se disponen los campos de cultivo. Durante el Bajo Imperio,
las villas se transforman en centros de poder en las zonas rurales. Al lado de
estos grandes centros productivos que son las villas, cuya producción se
orienta hacia el mercado, la mayoría de población indígena practica una
economía agrícola y ganadera de subsistencia que se completa con la
recolección, la caza y la pesca.
La
sociedad hispana se ordena de acuerdo con la situación jurídica: existe una
minoría de colonos romanos e itálicos, con plenos derechos políticos y
sociales; unas élites indígenas que imitan las costumbres romanas y su
estructura patriarcal, en el S I pasarán a convertirse en ciudadanos romanos de
pleno derecho; los indígenas libres están en la base de la sociedad; por debajo
de todos los anteriores están los libertos (esclavos liberados que siguen
dependiendo del señor y los esclavos, que son la base del sistema productivo.
d)
El legado cultural y su pervivencia. Latinización y cristianización: Además de los numerosos restos
materiales que se conservan (construcciones, pinturas, esculturas), el legado
cultural romano suma otros elementos no materiales, igualmente valiosos para la
cultura occidental (el derecho romano, la religión, la ciencia y una lengua
común). El latín, es la lengua utilizada en el derecho, la ciencia y la
cultura, se extenderá a todas la sociedad hispánica a partir del S III. En el S
I hay grandes aportaciones hispánicas a la literatura clásica, a través de los
textos de Séneca, Lucano, Marcial, Quintiliano, Pomponio Mela, Columela. Los
romanos respetan las creencias religiosas locales, siempre que no vayan en
contra de sus intereses, durante el Imperio se impone el culto al emperador. A
partir del S I llegan cultos religiosos procedentes del oriente mediterráneo,
el cristianismo entre ellos, su negativa a participar en el culto al emperador
convierte a los cristianos en enemigos de Roma, muchos cristianos mueren por
esta causa, siendo considerados mártires. En el siglo IV la religión cristiana
deja de estar perseguida, los emperadores Constantino y Teodosio la convierten
en la religión oficial del estado romano, dándole privilegios y prohibiendo la
práctica pública o privada de otros cultos.
Su
poder crece y se convierte en el mayor vehículo de latinización de la sociedad
hispánica, adopta la misma organización territorial en diócesis y provincias
que tiene el Imperio. Dentro del cristianismo surgen sectas con doctrinas
contrarias a las de la Iglesia oficial romana. En el siglo IV se extiende por
Galicia y Lusitania el priscilianismo, que defiende una religiosidad muy
rigurosa, el libre examen de los textos religiosos, la igualdad entre hombre y
mujeres, su impulsor, el obispo Prisiciliano, fue desterrado y más tarde
ejecutado por sus doctrinas.
2.4.- LAS INVASIONES BÁRBARAS. EL REINO VISIGODO: INSTITUCIONES Y CULTURA
Como consecuencia de los cambios producidos en
el interior del Imperio Romano tras la crisis del siglo III, las autoridades se
ven incapaces de mantener el orden con sus ejércitos y deben recurrir a
mercenarios bárbaros, palabra con la que los romanos identifican a todos
aquellos que están fuera de sus fronteras. A partir del S V, la mitad
occidental del Imperio, incluida la Península Ibérica pasa a estar controlada
por estos pueblos bárbaros. En el 409 grupos de Suevos, Alanos y Vándalos,
penetran el la P. Ibérica y se instalan en el oeste y el sur peninsular,
aprovechando para consolidarse la existencia de grupos de bandoleros= bagaudas
que saqueaban las tierras, víctimas del hambre y la desesperación. En el 416,
otro pueblo germánico/bárbaro, los visigodos, por acuerdo con los emperadores
romanos, se instala en el sur de las Galias, con el objetivo de expulsar a los
invasores germánicos de la P.Ibérica.
Los
visigodos establecieron su reino en la Península durante el siglo VI, situando
su capital en Toledo. Es importante destacar que son una minoría (200.000),
frente a los 4 o 5 millones de hispano-romanos y eso condicionará su política. Leovigildo
conquista el reino suevo y sus sucesores, los enclaves costeros ocupados por
los bizantinos. Únicamente los pueblos montañeses del norte escapan a su
control y viven prácticamente independientes.
Organización
política. Las instituciones.
Para que el Estado visigodo se consolidase es necesario aglutinar a godos e
hispanorromanos, en torno a una monarquía fuerte, instituciones sólidas, un derecho unificado, una misma
religión. Los visigodos, los más latinizados dentro de los bárbaros, se sirven de la organización
administrativa hispanorromana ya existente, así como de sus instituciones, legislación y creencias
religiosas.
•
Órganos del poder central: Un estado
centralizado, al frente un rey,
elegido de entre los nobles godos (monarquía electiva), con amplios poderes,
legislativos, ejecutivos y judiciales. Adoptan
los atributos y ceremonial de los emperadores romanos. Este sistema de
transmisión del poder real por elección es un foco de continuos enfrentamientos
y revueltas. Aquellos monarcas que consiguen controlar a la nobleza goda e
imponer su autoridad, logran convertir en reyes a sus hijos, pero el sistema de
transmisión hereditaria del poder real no se llega a establecer.
La
monarquía gobierna con la ayuda del Officium
Palatinum (que tiene funciones legislativas y de gobierno). Éste consta del
Aula
regia, constituida por nobles, de confianza del monarca, tiene tareas de asesoramiento para elaborar las leyes,
administrar justicia y en asuntos políticos y militares y los concilios son asambleas eclesiásticas, pero desde la unificación
religiosa se convierten también en asambleas con potestad legislativa, que
preside el rey.
Chindasvinto
y Recesvinto reunieron en el Liber Iudiciorum (Fuero Juzgo) un derecho territorial
único para todos. Lo que implicó la unificación política.
•
Unificación religiosa: Los visigodos eran cristianos arrianos cuando se
establecen en Hispania, El rey Leovigildo fracasa al imponer el arrianismo
sobre la mayoría hispanorromana. Recaredo I se convierte al catolicismo en el
III Concilio de Toledo (589), y con él
todos los godos. Desde ese momento, la Iglesia católica hispánica adquiere un
carácter unitario y nacional dentro de Estado visigodo, se somete al poder
político, colabora estrechamente con los monarcas visigodos y adquiere un
enorme poder e influencia.
c)
Legado cultural. El estado visigodo
sirve de puente cultural entre la cultura hispanorromana y la de los reinos
cristianos medievales. La Iglesia es la depositaria y transmisora de la cultura
latina. Los eclesiásticos controlan la cultura y la enseñanza de las letras,
entre estos destaca la figura de Isidoro de Sevilla, autor de las Etimologías,
una recopilación enciclopédica de todas las ramas del saber de la época, que
tendrá una gran influencia en la cultura medieval posterior.
d)
El final del reino de Toledo: A fines del S VII, el reino visigodo está en proceso
de desintegración. Dos poderosas familias de la nobleza goda se disputan el
poder real: la de Chindasvisto y la de Wamba. El Islam aparece en el
Mediterráneo, domina el norte de África, e interviene en la Península Ibérica
apoyando a la nobleza goda frente al rey D. Rodrigo, al que vence en Guadalete,
dando comienzo a la ocupación y conquista musulmana de la Península Ibérica.
JV
JV
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