Desde hace mucho tiempo he querido escribir un post sobre esos libros que han marcado mi devenir vital. Esos libros que han forjado mi forma de pensar y de mirar la realidad de una determinada manera. Esos instrumentos de ensoñación que han marcado tu forma de enfrentarte a la realidad. En este blog os he hablado de algunos de las últimas lecturas que me han aportado elementos de reflexión en los últimos dos años, pero la biblioteca vital que marcó mi juventud y mis años pasados pretenden ser el objeto de esta pequeña disgresión.
Es obvio que no son todos pero si algunos de los que más me han marcado o que han supuesto puntos de inflexión en mis enfoques a la hora de disfrutar con la lecturas.
Mis convulsos años de adolescencia pueden sintetizarse en dos obras absolutamente antagónicas: de un lado el I Ching que supuso noches de búsqueda a preguntas trascendentes que me indicaran caminos y nuevos enfoques, a mi aún corto devenir personal. Junto a este libro Luces de Bohemia que fue una de esas lecturas de COU que me abrieron un mundo lleno de belleza, complejidad y compromiso (La Forja de un rebelde de Arturo Barea, resultó clave en este proceso). Fue este un período de clásicos: Perez Galdos, Unamuno, Sánchez Ferlosio, Delibes, Cela y otros grandes de nuestra literatura; obligación y pasión se mezclaron en estas lecturas que fueron los cimientos sobre los que luego se asentaría la inevitable etapa latinoamericana, al menos en mi generación. Rayuela de Cortazar fue sin duda un inicio prometedor al que añadiría La guerra del fin del Mundo del otrora admirado Vargas Llosas cuyo viraje hacia el pragmatismo, supuso un duro golpe en cuanto a determinadas certezas que el idealismo juvenil da por inmutables.
Fue este un periodo realmente enriquecedor donde dos títulos marcaron no sólo mi moral sino mi vida: Cien Años de Soledad de García Marquez y Confieso que he vivido de Neruda son obras que siempre procuro reeler y consultar. De ambos autores son muchos libros leídos y admirados que dieron pasos a otros autores como Sabato, Borges, Adolfo Bioy Casares y Carpentier entre otros.
Vino luego una etapa más ecléctica con lecturas variadas donde conocí a uno de mis autores favoritos, el autor de obras como Sin noticias de Gurb, La verdad sobre el Caso Savolta, la ciudad de los prodigios que me hicieron amar más dos de mis grandes pasiones: la historia y la necesidad orgánica de viajar para conocer lugares como la tan amada Barcelona de Eduardo Mendoza. Otro autor que me cautivó entonces fue Heinrich Böll con sus Memorias de un payaso y Acto de servicio que me reafirmaron en muchas de mis convicciones. Fue este un tiempo completo y lleno de necesidades intelectuales, donde Italo Calvino lleno muchas de mis horas de lectura su Vizconde demediado, Barón rampante o el caballero inexistente me llevaron a querer más a esa vieja amiga, la filosofía, que no obstante me provocó algún dolor de cabeza entre los que debo destacar un libro de culto, en aquellos momentos, pero que me resultó algo insufrible: La insoportable levedad del ser del señor Kundera. Como digo un tiempo complejo que cerraré con un libro inolvidable que me enseñó que prestar libros es un defecto que debe practicarse con muy pocos, me refiero a El Señor de las Moscas William Golding que he tenido que comprar hasta en cuatro ocasiones.
Otra etapa importante para mi, fue la que me descubrió el que es un autor de referencia obligada: Umberto Eco. La voracidad con que despaché El nombre de la Rosa creo que se ha repetido en pocas ocasiones. La recuerdo como una lectura apasionante que me fascinó, aunque lo mejor estaba aún por llegar El péndulo de Foucault, Baudolino o La misteriosa llama de la reina Loana han sido títulos que han llenado mi tiempo y mi mente con obras de una calidad realmente única aunque, también hubo algún desengaño como La isla del día después que aún hoy no he digerido.
El nombre de la Rosa considerado erróneamente una novela histórica, me abrió ese mundo al que me resistí durante algún tiempo; bien es verdad que algunos títulos como Los pilares de la tierra o El Ocho me sedujeron y por qué no decirlo me atraparon. Hubo también algunas incursiones más como los libros de Matilde Asensi: El origen perdido, el último Catón y Iacobus que me resultaron entretenidos y recomendables y algunos que más recientemente me han resultado incluso apasionantes como La catedral del Mar. Pero sin duda, hay dos libros de este genero que realmente me impactaron Olvidado rey Gudú, de Ana María Matute fue toda una revelación y como no el gran libro de Delibes El Hereje, que considero una obra maestra.
Citaré por último algunos libros que si bien me encantaron y me resultaron especialmente sugerentes, los recuerdo con tristeza por que al poco de su lectura, sus autores nos dejaron. Quizás halla dos especialmente dolorosos en este sentido: me refiero a Cielos de Barro de Dulce Chacón y a Milenum Carvahlo del gran Vazquez Montalban. En ambos casos, las lecturas de estos libros fueron acompañadas al poco tiempo del fallecimiento de estos dos grandes autores que para mi son una clara referencia de la literatura contemporánea española. Sobre Vazquez Montalban me podría pasar horas hablando de los grandes momentos de placer lector que me ha hecho pasar, pero recuerdo con especial cariño un libro que para mi le retrata como pocos en todas sus facetas gourmet, ácido observador, hombre comprometido y una bellísima persona: Un polaco en la Corte del Rey Juan Carlos.
Para terminar citar algún libro sobre temas de candente actualidad que me resultaron especialmente significativos me refiero a dos obras de Javier Cercas: Soldados de Salamina y Anatomía de un instante que abordan a mi modo de ver dos momentos claves de nuestro devenir histórico como país: la guerra civil y la transición política.
Seguro que en este repaso de mi bibliografía vital me dejo muchos cabos sin atar de ese entramado de sueños, certidumbres y proyectos que son los libros que han forjado mi historia. Sirva por tanto esta perorata como primer esbozo o preámbulo de todas esas lineas leídas pero sobre todo de las pendientes por abordar que marcarán nuestro viaje.
JV
6 comentarios:
Muy interesante tu entrada.
No coincidimos en la mayoría de los libros que marcas... Y no sabría yo muy bien con cuáles de mis lecturas quedarme hasta la fecha. Creo que con El Mago de Oz (recuerdo que lo llevaba siempre conmigo en mi infancia, incluídas las vacaciones: no había alternativa). También el cuento infantil de El pozo, con el que aprendí a leer. Posteriormente, cualquier libro de Unamuno, pero también del Miguel Mihura y Baroja. Y reconozco que El perfume ha sido para mí una verdadera borrachera literaria...
Un saludo.
Como decía seguro que olvidaba algo. Baroja y Mihura son dos referencias que también comparto contigo y en cuanto al Perfume, estoy totalmente de acuerdo contigo es una obra magnífica.
Muchas gracias por tu comentario.
Un saludo.
Voy a intentarlo de nuevo, pues el anterior mensaje en el que decía unas cosas preciosas sobre el autor de este blog no pudo entrar tras varios intentos
Coincido con la mayoría (menos en Eco, lo siento, menos el Nombre de la Rosa, no puedo con él). Sin embargo, ¿dónde está Torrente Ballester? ¿y García Lorca? ¿y el Machado de Juan de Mairena?
Yo añadiría, entre los más recientes a Baricco, Tabucci, Isighuro, Rusdie.
NERUDA, BORGES, CORTÁZAR, GARCÍA MÁRQUEZ son para mí tan esenciales como para ti, y acaso ahí se encuentre una de las primeras piedras en donde se cimentó una de las amistades de las que más me enorgullezco
Sabes que el amor es reciproco y por supuesto que faltan muchos y buenos. De Torrente Ballester solo puedo decir que yo soy un filomeno y que me quede "pasmado" como la capacidad de crear con esa fuerza y nivel. Lorca es un autor que es como el valor se da por hecho, nadie a quien le guste leer ha podido vivir sin él. Y de Machado pues tres cuartos de lo mismo, se hace camino al andar y en la mochila siempre va este genio que muchas veces gusto de disfrutar en la voz de ese otro poeta que es Serrat. Yo siempre he creido en esos aceituneros altivos para los que la lucha no es un fin es el camino vital que uno siempre debe recorrer.
Pues a mí me da un poco de vértigo entrar en este mundo de los libros que me han marcado. Coincido totalmente con García Marquez y con Eduardo Mendoza, la verdad sobre el caso Savolta es uno de mis libros favoritos. No puedo olvidar a los autores del XIX: Zola, Stendhal, Tolstoi , Chejov, Wilde,Dumas y de los españoles, Galdós y Clarín. Ah, y me sigue encantando Wilkie Collins.
Como digo, me da un poco de vértigo.
besos
Bueno Ana si sirve para hacer una pensadita pues bien. Es verdad que es un poco arriesgado por que se te quedan muchas cosas en el tintero, tú citas varias, pero es que sino el post sería interminable.
Besos.
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