Berlín es una ciudad increíble por muchas razones pero sin duda el Museo de Pérgamo constituye una visita ineludible dónde el viajero puede disfrutar de estas dos auténticas joyas de la arqueología y la arquitectura antigua: El Altar de Pérgamo y la fastuosa puerta de entrada al Mercado de Mileto. Os proponemos un paseo por estos dos monumentos únicos:
El gran altar de Pérgamo, descubierto en el siglo XIX y parcialmente reconstruido en tamaño original en el Pergamonnuseum, fue inaugurado en 1930 y es una de las grandes atracciones de la Isla de los Museos en la ciudad de Berlín.
La antigua acrópolis de Pérgamo se encuentra en la región costera del noroeste de Anatolia (Magna Grecia), frente a la isla de Lesbos. Con sus 330 mts., la colina reina sobre la fértil vega del río Caico (Bakir Çay); a su pie se encuentra actualmente la ciudad turca de Bergama. El paisaje forma parte de la montaña plegada que limita al oeste con el mar Egeo y al este con el altiplano anatólico. Este paisaje, así como la arquitectura tradicional, se caracteriza por las rocas volcánicas oscuras.
Pérgamo adquirió relevancia política bajo los sucesores de Alejandro Magno, Lisímaco (360-281 a.C.), rey de Tracia y Misia, destinó a su vasallo Filetero a Pérgamo, para que custodiara los tesoros de guerra del rey. Filetero se rebeló contra Lisímaco y fundó su propio gobierno. Gracias a una buena estrategia diplomática y bélica, y al apoyo romano, él y sus sucesores(la llamada dinastía atálida, por su padre Átalo) consiguieron levantar un gran imperio al oeste de Asia Menor. Tras vences a los celtas que acechaban la región, Átalo I (241-197 a.C.) se proclamó rey. Bajo sus hijos Eúmenes II (197-159 a.C.) y Átalo II (159-138 a.C.), Pérgamo se convirtió en una suntuosa sede real. El monumento más importante y ampliamente visible de esta nueva ciudad era el Altar de Pérgamo, construido en 170 a. C. bajo Éumenes II en una terraza de la acrópolis.
En el centro de la sala del Altar se yergue una reconstrucción del frontal oeste. El gran friso del zócalo muestra una batalla entre gigantes y dioses, y lo forman los relieves originales del podio, bajo las dos alas que proyectaban a ambos lados de la escalinata. En esta mítica gigantomaquia, los dioses, garantes de un orden justo, se enfrentan a los gigantes nacidos de la tierra como símbolos de fuerzas de la naturaleza engendradoras del caos. Al final, con la ayuda del héroe humano Hércules, triunfarán los dioses.
En el friso, los dioses aparecen divididos por "familias": al este, los dioses del Olimpo; al sur, los dioses de la luz y el día; al norte, las fuerzas de la guerra y el destino; al oeste, junto al ciclo de Dionisos, las deidades marinas.
Aquí tenemos a Tritón, el hijo de Poseidón, con una poderosa cola de pez, y a su madre Anfitrite luchando contra cuatro gigantes. Las piernas en forma de serpientes identifican claramente al rival de la diosa como un ser de origen telúrico.
Un lugar inolvidable que siempre quedará en nuestra retina y que os invitamos a conocer in situ. No os defraudará.
Esta Puerta del Mercado de Mileto, es una impresionante reconstrucción a tamaño natural en dos pisos de un ostentoso paso que comunicaba el ágora con el mercado sur, en el centro del próspero emporio que constituía Mileto en el siglo II d. C. Como la mayoría de las construcciones y esculturas de mármol de la época, la puerta estaba coloreada, aunque los restos de pintura hoy son casi imperceptibles.
Originariamente, la puerta estaba acompañada de esculturas, como ocurría con muchas otras construcciones griegas y romanas. Los únicos fragmentos conservados son dos estatuas: un emperador con una coraza de general, con una bárbara sometida a sus pies, y un héroe desnudo con un cuerno de la abundancia.
Fotos JV y Eugenia
JV
Pérgamo adquirió relevancia política bajo los sucesores de Alejandro Magno, Lisímaco (360-281 a.C.), rey de Tracia y Misia, destinó a su vasallo Filetero a Pérgamo, para que custodiara los tesoros de guerra del rey. Filetero se rebeló contra Lisímaco y fundó su propio gobierno. Gracias a una buena estrategia diplomática y bélica, y al apoyo romano, él y sus sucesores(la llamada dinastía atálida, por su padre Átalo) consiguieron levantar un gran imperio al oeste de Asia Menor. Tras vences a los celtas que acechaban la región, Átalo I (241-197 a.C.) se proclamó rey. Bajo sus hijos Eúmenes II (197-159 a.C.) y Átalo II (159-138 a.C.), Pérgamo se convirtió en una suntuosa sede real. El monumento más importante y ampliamente visible de esta nueva ciudad era el Altar de Pérgamo, construido en 170 a. C. bajo Éumenes II en una terraza de la acrópolis.
En el centro de la sala del Altar se yergue una reconstrucción del frontal oeste. El gran friso del zócalo muestra una batalla entre gigantes y dioses, y lo forman los relieves originales del podio, bajo las dos alas que proyectaban a ambos lados de la escalinata. En esta mítica gigantomaquia, los dioses, garantes de un orden justo, se enfrentan a los gigantes nacidos de la tierra como símbolos de fuerzas de la naturaleza engendradoras del caos. Al final, con la ayuda del héroe humano Hércules, triunfarán los dioses.
En el friso, los dioses aparecen divididos por "familias": al este, los dioses del Olimpo; al sur, los dioses de la luz y el día; al norte, las fuerzas de la guerra y el destino; al oeste, junto al ciclo de Dionisos, las deidades marinas.
Aquí tenemos a Tritón, el hijo de Poseidón, con una poderosa cola de pez, y a su madre Anfitrite luchando contra cuatro gigantes. Las piernas en forma de serpientes identifican claramente al rival de la diosa como un ser de origen telúrico.
En el centro del friso norte de la gigantomaquia lucha, a espaldas de un gigante fuertemente armado, una diosa vestida con un largo peplo lleno de pliegues. Atacando hacia la derecha, impulsa con un amplio movimiento del brazo un jarrón de serpientes contra su adversario postrado de rodillas en el suelo. Con la mano izquierda extendida, la diosa intenta arrebatarle el escudo protector. Sobre la cabeza del gigante, protegida por un casco, aparece una serpiente con la lengua en actitud amenazadora.
La cabeza de la diosa es uno de los retratos femeninos más impresionantes del friso. No obstante, el hermoso rostro parece extrañamente ensimismado e indiferente. Esta fría y rotunda idealización es característica de los retratos de dioses del friso y se halla en franco contraste con los rostros de los gigantes doloridos y angustiados por los tormentos de la lucha.
La figura femenina ha sido identificada hasta ahora como Nix, diosa de la noche. Sin embargo, vista en relación con la siguiente escena del friso, es probable que esta luchadora pertenezca más bien a las Moiras o diosas griegas del destino. Tal vez sea entonces Cloto, de la cual se conserva un monograma fragmentario.
Seres alados, la propia Athena lucha junto con serpientes, leones y otros animales en un combate lleno de impresionantes detalles en los vestidos, anatomía o en sus gestos de dolor.
Un lugar inolvidable que siempre quedará en nuestra retina y que os invitamos a conocer in situ. No os defraudará.
Maqueta de Mileto (Magna Grecia)
Detalles de la parte lateral con pequeños restos de pigmentación
En el centro de la sala, hay un mosaico en el suelo perteneciente al comedor (triclinio) de una casa particular de Mileto conocido como el Mosaico de Orfeo. Los bordes del mosaico presentan una ornamentación geométrica en blanco y negro. Pueden observarse también decoración en bandas de grecas y mallas que son originales sin ningún retoque. En la parte superior, en el centro, está representado el mítico cantante Orfeo, sentado en una roca y con una cítara en la mano izquierda y un plectro en la derecha para tocar las cuerdas. Con su canto domaba a todos los animales de su alrededor. En un atractivo contraste, la gran casilla rectangular inferior ilustra múltiples representaciones de Erotes en una caza mítica. Tanto la caza de los Erotes como Orfeo cantando y rodeado de animales amansados, fueron durante siglos motivos muy comunes en el arte antiguo. El mosaico se data en la época imperial tardía: principios del s. III d. C.
Esta columna corresponde con el Templo de Zeus en el Trajaneo en Pérgamo.
Se conserva también en el patio, este intercolumnio del Templo de Júpiter en Baalbek, Libano.
Por último esta estatua sentada de un emperador en Roma, ejerciendo sus funciones en el Senado.
Estamos ante una magnífica apuesta histórico-cultural para conocer la capital alemana y disfrutar, además de otras muchos placeres de sus museos.Fotos JV y Eugenia
JV
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