Ayer nos dejó Antonio Vega, pero sólo se fue su cuerpo, nos queda su música y sobre todo el recuerdo de aquellos años que “la” pasamos tan bien. De esos viajes sensoriales por Malasaña que incluían la Vía Láctea, las fiestas en Rockola, la intimidad de Clamores, los sueños de que era posible, Moustaki en el Paraninfo y aquel decálogo que cayó en el olvido en aras del pragmatismo. Época también de siglas, de lucha, de triunfos, de lecturas, de birras y guitarras (de las que tú eras un experto) y también de compras en la Calle Amparo para darnos un “rulo” por la Santa Ana, artesana. Tiempos de viruta para el tubo, de pelucos, de talegos, de aquellos loros con cintas, de gambas y de algún viaje oscuro a lomos de esa mala amiga que te hizo tanto daño. Nos queda el recuerdo de aquellos años a tope que nos curtieron, que nos cambiaron, cambiando cosas, que marcó a esa generación tan movida, que cogió la Ola buena, la que está representada en tu música, en esa voz que nunca perdiste y en el buen rollo que hoy nos sirve para saber que siempre estarás en tus canciones. Nos vemos colega
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